Ailton Krenak
Mantena/MG, 1953
Liderazgo indígena y escritor
Entrevistas concedidas en 2006 e 2007
Ailton Alves Lacerda Krenak nació en Itabirinha de Mantena/MG el 29 de septiembre de 1953. Los Krenak vivían en las regiones que hoy marcan la frontera entre los estados de Minas Gerais, Espírito Santo y Bahia. A través de concesiones ilegales de tierras a madereros, mineros y constructoras, la dictadura reforzó la masacre indígena que ocurre desde la época colonial. La intervención estatal en tierras indígenas obligó a que tuvieran lugar varios flujos migratorios de pueblos que, según Ailton, aún intentan regresar a casa de cuerpo y alma.
Transcripción:
Recuerdo que fue la primera vez en mi vida que sentí el olor del diesel. Me sorprendió mucho, el olor a grasa y diesel me pareció muy malo, porque el diesel era el combustible que usaban los camiones grandes que entraban para talar nuestro bosque, lo usaban. Y era así, ese calor, ese maldito polvo, aquellos camiones pasando, llevándose el bosque. Y no tenía ninguna noción de esta cosa ambiental, estos asuntos más complejos, pero sabía que estos tipos estaban robando algo impagable, tomándonos algo invaluable. Hoy sé que estaban destruyendo el medio ambiente, nuestros manantiales, nuestras aguas, las aves, los animales que amo. Pero en mi inocencia, lo que sentí fue que esos tipos eran desagradables, apestaban a diesel y grasa, y que aquellos camiones eran ruidosos.
Así, con esta ocupación de empresarios, madereras, aserraderos, colonos, ganaderos, haciendas, fuimos como expulsados de esta región. Fue entonces cuando hicimos nuestra primera migración. Había una inseguridad como esa, que los niños sentían. Por la noche, cuando nos fuimos a dormir, el coche se detenía en las orillas de la ciudad y la gente de la ciudad nos miraba, los policías preguntaban: “¿Dónde están los documentos?”. Los adultos habían salido, los niños se quedaron con las mujeres. Teníamos miedo, no sabíamos si íbamos a comer, si íbamos a dormir bien. Luego al día siguiente temprano en la mañana era eso de seguir caminando nuevamente.
Y esta peregrinación para conseguir una casa para vivir tomó mucho tiempo, lo suficiente para que nuestras madres se pusiesen a llorar, queriendo irse, queriendo volver. Entonces los hombres también estaban tristes, no sabían qué hacer. Trataban de encontrar algo que hacer, algún trabajo para ganar dinero y comprar comida. Las personas que eran dueñas de las casas no querían encontrar una casa para que viviéramos.
Mi padre y mis tíos tuvieron que encontrar un lugar y conseguir madera y hacer construcciones con madera. Eso que llaman chabolas, pero para nosotros era nuestra casa, no eran chabolas. Y cuando empezamos a ver que llamaban chabolas a esos lugares, nos ofendimos. Y también empecé a darme cuenta de lo diferente que era la gente aquí, había gente que vivía en chabolas, había gente que vivía en casas, había gente que vivía en edificios, había gente que tenía coches, había gente que tenía dinero, había gente que no tenía.
Desde ese momento, prometí en mi corazón que mi misión era juntar a mis familiares y llevarlos de vuelta algún día, aunque eso me tomase toda mi vida. Creo que durante los últimos cuarenta años, de eso se ha tratado mi vida, de traer a mi familia de vuelta a casa.