Antonio Alves Rolim

Transcripción:

Recuerdo una vez que fui confundido, allí en São Miguel. Incluso me pusieron en la parte de atrás del vehículo policial. En aquella época, usted verá mi foto, tengo el pelo, mi pelo era largo, entonces quien llevaba el pelo largo, ¿ya saben, no? Y ahí me confundieron, fue el rubiecito, el rubiecito, y ya me esposaron y me metieron en el vehículo sin pedirme un documento. ¡Y yo tenía un documento!

Pero el conductor del autobús vio todo eso, porque yo estaba en la parada de autobús. Fue mi salvación. “Este tipo no, toma el bus todos los días, trabaja en la panadería”. Hasta la fecha existe esa panadería, cerca de los bomberos como te dije, “trabaja en la panadería, este no, pídale su documento para que lo vea”. Él me defendió, ¡oye! Nunca me olvido de eso. Luego me pidieron el documento, yo tenía mi libreta de trabajo y el último recibo de pago, porque uno no podía olvidarse del recibo de pago, de eso me acuerdo bien, pues tenía que caminar, porque si te pillaban por ahí, te ibas al palo (de guacamayo).

Me faltaban las palabras, estaba, sabes… asustado, este conductor que me dio su apoyo. Y entonces el autobús saldría enseguida, me acuerdo que llegó a la estación de buses, “¿estás bien?” y todo. Yo estaba bien, pero me fui a casa, como, con miedo, mirando a un lado, mirando al otro, para mí, todo me iba a pillar ¿Entiendes? Porque era una escena en la que si él no estuviese allí, sufriría como un perro. ¿Ya te imaginas verme en la parte trasera de un vehículo como aquél? ¿Qué iban a hacer los tipos? Qué sé yo dónde hubiera ido, hasta explicar que no había hecho nada, porque no me pidieron nada, eh. Esa escena me marcó mucho.